ELOGIO DE LA LECTURA
DE PERIODISTAS EN ESPAÑOL.ORG, transcribo este interesante artículo, de Francisco R Pastoriza, profesor de información cultural de la Universidad complutense de Madrid.
La lectura no es un sucedáneo de la vida: es vida. No debemos reducirla a un entretenimiento, a un relleno del tiempo libre, porque la acción de leer es una liberación, un espacio para la libertad. Todos los lectores buscamos en los libros la metáfora de la felicidad.
EL VICIO DE LEER
La primera obra que publica el catedrático de metafísica Ángel Gabilondo tras su breve experiencia de gobierno como ministro de Educación es una declaración de amor a los libros concentrada en poco más de 200 páginas. El título, Darse a la lectura (RBA), identifica el acto de leer como un vicio (Valery Larband lo llamaba “ese vicio impune”) al que uno se entrega voluntariamente y que termina en adicción inevitable.
La conclusión más enriquecedora que se extrae de este breve ensayo es que la lectura es no sólo una operación para conocer el mundo exterior sino sobre todo para conocerse mejor uno mismo, para aproximarse a la propia identidad. No sólo leemos sino que también nos leemos, viene a decir Ángel Gabilondo, porque si es verdad que es necesario leer para ser otros y para que lo que hay sea de otra manera, es porque leer es una forma de transición de uno a sí mismo. En la lectura no se trata sólo de lo que el lector hace con el texto sino también lo que el texto hace con el lector, incluso contra lo que es el lector. De ahí que distintos lectores hagan lecturas diferentes de una misma obra e incluso que el mismo lector interprete de diferente manera un mismo texto en ocasiones distintas, cuando sus experiencias y su situación personal también lo son. En todos los lectores, afirma Gabilondo, hay libros que han sido decisivos para ser lo que son o para ser como son.
Gabilondo repasa algunas de las más variadas diversificaciones de la lectura, desde la relectura (cada lectura, incluso de los libros que ya hemos leído, es siempre otra lectura), la lectura de noche (la necesidad de que alguien nos cuente algo antes de dormir), la lectura de ensayos y ficciones (no es que haya libros de ficción sino que cualquier escrito lo es en alguna medida), la lectura de poesía (no es leer otra cosa sino otra forma de leer), la lectura de los clásicos (atienden a lo que es común a todas las épocas), la lectura en voz alta (el oír leer), la erótica de la lectura (la entrega a la lectura de un libro buscado)... La mayoría de los lectores recuerdan el primer libro que han leído y consideran la adicción a la lectura como la fidelidad a una amistad sincera, desinteresada, liberada. Una lealtad que se mantiene hasta la hora de la muerte, que nos sorprenderá leyendo… ¿qué libro?
PARA APRENDER A LEER
El escritor y pedagogo Emili Teixidor (es el autor de las novelas en que se basa la película “Pa negre”) ha reunido en La lectura y la vida (Ariel) una serie de artículos, conferencias y reflexiones dispersas que ahora publica Booket en edición de bolsillo. Teixidor apuesta por una educación para la lectura cuya responsabilidad descansa sobre todo en padres y maestros, haciendo hincapié en la función de la escuela como creadora de hábitos de lectura: lecturas en voz alta, aprendizaje de los clásicos, autodisciplina lectora... Todas las materias escolares, advierte Teixidor, se dirigen a la razón; la única que se ocupa de las emociones es la lectura, por eso leer es importante para cultivar las emociones. Pero hay que aprender a leer bien, teniendo en cuenta que es mejor leer bien que leer mucho. El autor revela algunos de los trucos que conoce para fomentar la lectura entre niños y jóvenes y sugiere algunos ejercicios escolares para conseguir introducirlos en su vida cotidiana. Aconseja, por ejemplo, la lectura de poesía para acostumbrarse a leer sin buscar ninguna acción inmediata, a leer sin ninguna utilidad, sólo por el placer de las palabras. Y hay que leer literatura porque es la única manera de comprender el mundo.
ANATOMÍA DE LA LECTURA
Es difícil encontrar un libro que defienda la lectura con la fuerza y los argumentos de Franco Ferrarotti en su obra Leer, leerse, un pequeño libro de 1992 publicado en España 10 años después por la editorial Península, que continúa siendo una de las obras más sugerentes sobre la actividad lectora.
Con la misma pasión y con una prosa entre divertida y aleccionadora, se publica ahora ¿Por qué leer? (451 Editores), del francés Charles Dantzig, una sucesión de reflexiones sobre la lectura, a la que define como “un instante de eternidad”. Al igual que Gabilondo, Dantzig califica la lectura como un vicio (“los grandes lectores son alcohólicos tomándose otra copa, obesos sirviéndose más tarta”) y también como él, piensa que se lee para comprenderse mejor a uno mismo. Engarza una serie de sugerentes argumentos sobre los libros, la bibliofilia, la escritura, el talento, la utilidad/inutilidad de la lectura… que tienen la virtud de provocar (en su doble acepción de incitar y de irritar) en el lector reflexiones que van más allá de una declaración apasionada de amor a la lectura. Por ejemplo: Sólo los grandes libros son divertidos. Se lee por protestar contra la vida. Cuando se lee se mata el tiempo, no en el sentido de ‘pasar el tiempo’ sino que el tiempo no existe: leer es una sensación de eternidad y por eso los grandes lectores tienen la sensación de ser siempre jóvenes. Se lee para descubrir lo que el escritor no ha dicho. La mala influencia de un libro es una leyenda tan estúpida como la buena influencia. El libro no se entrega al lector si se lee por encima. Determinados lectores leen para darles la razón a sus prejuicios. El que no sabe escribir es que no sabe leer. La obra maestra no es un libro, es un espejo. A ciertos libros los llaman cerebrales como si fuera un insulto. Los auténticos lectores son detestados por la sociedad. En los programas de telerrealidad se puede ver de todo; sólo está prohibida una cosa: la lectura. La opinión que tenemos de un escritor depende no sólo del momento sino también de la edad a la que lo conocimos: la suya y la nuestra. No hay que leer para evadirse; hay que leer para no evadirse. Leer no sirve para nada, por eso es una gran cosa… Es sólo una pequeña muestra de las muy entretenidas 260 páginas de este volumen.
HISTORIA DEL LEER
El largo recorrido y los cambios en la forma de leer que se han sucedido desde las tabletas de arcilla de Mesopotamia hasta el actual modelo de libro electrónico es analizado por Román Gubern en Metamorfosis de la lectura (Anagrama), un ensayo entretenido y clarificador que califica la lectura como “ese punto de encuentro entre la soledad individual del autor y la del lector”. La historia del libro y de la lectura es una continua lucha por el progreso en los soportes de la escritura. La sustitución de la arcilla por el papiro y la de este por el pergamino y más tarde por el papel, ha manifestado en todas las civilizaciones la resistencia a abandonar la costumbre. A los lectores les ha costado generaciones adaptarse a los cambios de uno a otro soporte. En Fedro, Platón descalificó la aparición de la escritura porque pensaba que terminaría con la memoria humana. En el siglo XV el libro impreso fue atacado por quienes advertían que era el final de la comunicación oral y que aislaría al individuo de la comunidad. La última de estas manifestaciones es la polémica sobre los nuevos soportes electrónicos y sus efectos sobre la calidad de la escritura y de la lectura. Las actuales críticas al e-book reproducen parecidos temores ancestrales. Afirma Gubern que la pantallización, seña de identidad de nuestra sociedad tecnológica, no deja de ser una prolongación de lo ya existente. No es sólo que la pantalla rescate el soporte duro de la escritura mesopotámica o que el hiperlibro (que integra textos, videos y sonidos), desarrolle la primigenia idea del palimpsesto medieval, sino que el hipertexto (la más revolucionaria de todas las funciones escriturales de internet y la más novedosa de las formas de lectura porque quiebra la linealidad de la escritura y la reemplaza por una estructura capilar), no es sino la perfección máxima del arbor scientiae de los escolásticos.
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