Chavín Orgullo: Un Relato de Rivalidad y Amor
En el corazón de los Andes, donde el río Mosna serpentea con un canto dulce y nostálgico, se encuentran dos pueblos llenos de vida y, sobre todo, de una rivalidad histórica: Chavín y San Marcos. Apenas separados por siete kilómetros, estos distritos comparten más que la proximidad geográfica; una rica herencia cultural y una rivalidad tan profunda como el caudal de sus ríos.
La historia de Chavín y San Marcos empieza desde sus linderos, trazados de manera arbitraria a lo largo del cauce del río Mosna que, como guardián antiguo, ha visto nacer y crecer a generaciones. Parece que este viejo río también interviniera para acentuar las diferencias, pues mirando hacia el norte, Chavín está a su derecha y San Marcos a su izquierda.
Extrañamente, mientras estos pueblos se ubican en lados opuestos, los nombres y tradiciones se entrelazan.Lucma, Millhuis y Gauchu, que por lógica parecerían ser parte de Chavín, terminan siendo de San Marcos, y viceversa con Huishin, Sala y Cocho. Esta confusión territorial se convierte en el telón de fondo de una rivalidad amistosa que marcaría a sus habitantes. Dicen que el gran Pachacútec, en una estrategia maestra de geopolítica, incitaba las rivalidades para mantenerlos ocupados y evitar que pensaran en rebeliones; de allí vienen las costumbres de pugnas entre barrios, como jana y ura (los de arriba y los de abajo), una práctica que por extensión se acentuó entre pueblos cercanos.
A través de los años, los chavinos y sanmarquinos han competido en todos los aspectos: si San Marcos fundaba un colegio, Chavín clamaba por una universidad; si los de San Marcos lucían sus éxitos deportivos, los chavinos respondían con desfiles llenos de música y danza. Las jornadas deportivas, en particular, han sido y son un clásico de Conchucos; en todas las generaciones, estos encuentros han sacado chispas y pasión.
Cuentan nuestros padres y amigos mayores que, en la década de los 60, destacó un gran futbolista chavino: Rogelio. En los 70 lo vimos jugar, era un crack. Para los duelos con San Marcos, los del “Paraíso de las Magnolias” enviaban la invitación a los chavinos con una condición peculiar: si su equipo estaba mal preparado, el oficio decía “los invitamos a jugar un partido de fútbol, pero sin Rogelio”; y si estaban bien preparados, decían “con Rogelio”.
Sin duda, uno de los encuentros más recordados fue el de los años 80, cuando San Marcos renovó su plantilla con jugadores profesionales del 'Sanjuanista' de Trujillo, lo que les dio una ventaja notable. Pero los chavinos no se quedaron atrás; decidieron conformar un equipo de polendas, reuniendo a fornidos morenos semiprofesionales de Puente Piedra y Los Olivos, jugadores que traían consigo la fuerza y la determinación para hacer frente a la competencia. La rivalidad culminó en el mítico estadio de Lucmapampa, donde las gradas se llenaron de cánticos y vítores, cada lado animando a sus representantes. Finalmente, con un esfuerzo inquebrantable y estrategias astutas, los chavinos lograron derrotar a sus eternos rivales, consolidando así no solo una victoria deportiva, sino también un momento que quedaría grabado en la memoria de ambos pueblos.
Sin embargo, a pesar de esta competencia, había un hilo invisible que unía a estos pueblos: el amor. Allí, entre las calles de estos lugares, florecieron romances que unieron a familias y corazones. Muchos chavinos se dejaban seducir por la belleza encantadora de las sanmarquinas, y viceversa, convirtiendo la rivalidad en una danza de amor.
Un personaje emblemático de esta historia fue Don Willy, un chavino de pura cepa que, enamorado de una hermosa dama sanmarquina, decidió hacer su vida en el antiguo “Pincus”. Su aprecio por Chavín era tal que, cada vez que se presentaba ante sus amigos en las pulperías de Lucmapampa, la frase que resonaba en su boca era: "Chavín Orgullo". Una expresión que no solo representaba su identidad, sino el profundo amor por sus raíces y por la tierra que lo vio nacer.
Don Willy era conocido por su generosidad, siempre listo para abrir las puertas de su casa y compartir la alegría de sus triunfos con un buen trago de cerveza. Aunque sus hijos nacían en San Marcos, se aseguraba de que sus partidas de nacimiento se registraran en Chavín, un acto que simbolizaba un vínculo indisoluble con su pueblo. Sin embargo, este comportamiento le trajo momentos comprometidos y observaciones del populacho; la gente murmuraba: “¿Cómo es posible que este señor viva y coma en nuestra tierra y, sin embargo, registre a sus hijos en Chavín?”. Por ello, encomendaron a los dos más bravos y prototipos de la identidad sanmarquina, Don Rubén, el "Guapo del Pueblo", y Don Arturo, "el Gallero", quienes le hicieron frente a esta caprichosa práctica, instándole a ser más pragmático con su último hijo.
Así fue como, en su camino a registrar al pequeño en la municipalidad, Don Willy, con su espíritu indomable, decidió que el nombre del niño no podría ser otro que “Chavín Orgullo”. Con voz firme y radiante, proclamó su elección ante la sorpresa de los funcionarios, como un eco del amor por su tierra.
Y así, en este rincón del mundo, la vida transcurre entre risas, anécdotas y un apasionante vaivén de rivalidades y amores. Chavín y San Marcos, junto al río Mosna, no solo comparten una frontera física, sino una historia llena de matices, en la que cada susurro del viento parece contar las hazañas de aquellos que vivieron, amaron y lucharon por sus raíces. Mientras los ecos de “Chavín Orgullo” se mezclan con las risas de los niños, se guarda la promesa de que, aunque las diferencias existan, el amor siempre prevalecerá, tejiendo un lazo indestructible entre Chavín y San Marcos, donde la rivalidad se transforma en hermandad y los recuerdos de un pasado compartido iluminan el presente.
En la actualidad, estos dos pueblos han crecido sobremanera. Chavín inexorablemente se extiende hacia el norte, hacia San Marcos; como este último no tiene adónde extenderse más, lo hace hacia el cielo. Hay muchos edificios en el entorno de la hermosa plaza de San Marcos que no dejan admirar su bello “Sheywa”. Así que, en una tertulia, un chavino le dice a su paisano sanmarquino: “Así como va el crecimiento de Chavín, en algunos años San Marcos se convertirá en Jatun Ura Barrio”...