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jueves, 15 de diciembre de 2011

BARCO DE TESEO

Del blog de Daneil Tubau, recojo este interesante post:

El barco de Teseo

La his­to­ria del barco de Teseo comienza en la época leg­en­daria de Ate­nas, cuando el rey Egeo, pre­ocu­pado porque no tenía heredero, decidió via­jar a Delfos para con­sul­tar el oráculo del dios Apolo.
Antes de con­tin­uar, hay que adver­tir al lec­tor que los orácu­los de la antigua Gre­cia eran céle­bres por sus respues­tas ambiguas y con­fusas. Cuando el rey Creso de Lidia vis­itó el oráculo de Delfos para saber si debía invadir el reino de los per­sas, la respuesta fue: «Si cruzas el río Hal­lis, destru­irás un gran reino». Creso cruzó con su ejército el río Hal­lis y la pro­fecía del oráculo se cumplió: fue su pro­pio reino el que fue destru­ido por los per­sas. Por si esto fuera poco, ya antes de decidirse a atacar a los per­sas, Creso había con­sul­tado al oráculo acerca de la con­ve­nien­cia de ini­ciar algún con­flicto con otras poten­cias. El oráculo le respondió:
«Escucha, cuando un mulo sea rey de los medos, entonces, lidio de afem­i­nado andar, allende el pedregoso Hermo huye; no te quedes ni te avergüences de ser cobarde8».
Creso, que quizá debería haber descon­fi­ado al escuchar aque­lla alusión a su afem­i­namiento, pensó que era imposi­ble que un mulo lle­gase a ser rey de los medos, pero no se dio cuenta de que el oráculo se refería a Ciro, rey de los per­sas y vence­dor de los medos, que era hijo de una mujer rica de ori­gen medo y de un padre humilde de ori­gen persa. La ambigüedad de los orácu­los se sostiene casi siem­pre en la noción de iden­ti­dad: «Ciro» y «mulo» des­ig­nan al mismo ente, a pesar de las apari­en­cias. En Nada es lo que es exam­ino en detalle el truco de la piton­isa de Delfos, en relación con el lógico Got­t­lob Frege.
Volva­mos al rey de Ate­nas. Cuando Egeo con­sultó al oráculo de Delfos para averiguar cómo podía tener un heredero, la respuesta no resultó tan ambigua como las que había recibido Creso, sino que fue casi incomprensible:
«No debes abrir la boca de tu repleto odre de vino hasta que llegues al punto más alto de Ate­nas si no quieres morir de pena un día».
Egeo con­sulta el oráculo

Bas­tante con­fun­dido, Egeo regresó a Ate­nas, pero en el camino se detuvo en Cor­into, donde cono­ció a la bruja Medea, que le prometió que ten­dría un hijo gra­cias a su magia. Con­tinuó su viaje y llegó a Trecén, donde contó al rey Piteo la respuesta del oráculo. Piteo com­prendió lo que sig­nifi­caba, pero, sin decir nada a su huésped, le sirvió un odre de vino tras otro. Tras vaciar Egeo todos los odres de vino, llenando el suyo a rebosar, Piteo ordenó a su hija Etra que se acostara con el recién lle­gado. Al día sigu­iente, Egeo se des­pertó en el lecho con Etra, tal vez con una tremenda resaca, pero tam­bién pen­sando que de aque­llo podía resul­tar un heredero. Escondió bajo una roca su espada y sus san­dalias y le dijo a la joven que si nueve meses después tenía un hijo le cri­ase y edu­case hasta los dieciséis años. Entonces debía lle­varle junto a la roca, para que cogiese la espada y las san­dalias y se encam­i­nase hacia Atenas.
Dieciséis años después, Teseo, el hijo que Etra había con­ce­bido aque­lla noche, lev­antó la roca, cogió la espada y las san­dalias y se dirigió hacia Ate­nas. En vez de via­jar por mar, eligió a propósito la ruta más larga, atrav­es­ando el istmo de Cor­into, pues deseaba imi­tar las haz­a­ñas de su admi­rado Her­a­cles (el Hér­cules de los romanos). Tras acabar con un buen número de mon­struos y ban­di­dos, Teseo llegó a Ate­nas y fue recono­cido por su padre gra­cias a la espada y las san­dalias. Egeo le proclamó su heredero y expulsó de la ciu­dad a su última esposa, que no era otra que Medea, y al hijo que había tenido con ella, Medo.
Etra enseña a su hijo Teseo dónde están las san­dalias y la espada de Egeo Lau­rent de La Hire (The­seus and Aetra, 1635–1640)
Egeo, como se ve, había logrado tener no uno, sino dos hijos. Ahora bien, el oráculo le había dicho que si vaciaba su repleto odre de vino antes de lle­gar al punto más alto de Ate­nas acabaría muriendo de pena. Esa adver­ten­cia, ¿era todavía una ame­naza futura? No resultaba fácil saberlo, porque había dudas acerca de a qué odre de vino se refería el oráculo. ¿A los odres de vino que Piteo ofre­ció a Egeo?, ¿al estó­mago del pro­pio Egeo?, ¿a su órgano sex­ual? ¿Y cómo inter­pre­tar aque­llo de «el punto más alto de Ate­nas»? Hay que suponer que Egeo se hizo estas y otras pre­gun­tas poco después de recono­cer a su nuevo hijo y heredero, pero tal vez no tuvo tiempo, porque el anciano rey tenía que ocu­parse antes de un prob­lema mucho más urgente.
Cuando Teseo llegó a Ate­nas, la ciu­dad se hal­laba en grandes difi­cul­tades porque cada año debía pagar un cruel trib­uto a los cretenses, que por aquel entonces eran la poten­cia dom­i­nante en el mar Egeo. El trib­uto con­sistía en siete muchachas y siete mucha­chos, que los ate­nienses debían enviar cada nueve años a Knos­sos, la cap­i­tal de Creta. Los jóvenes eran encer­ra­dos en el Laber­into con­stru­ido por Dédalo y qued­a­ban a merced del ter­ri­ble mon­struo que lo hab­it­aba, un ser con cuerpo de hom­bre y cabeza de toro, el Mino­tauro. Era la ter­cera vez que Ate­nas envi­aba este trib­uto humano a Creta. Teseo decidió que sería la última y se ofre­ció como víc­tima para el Minotauro.
El Mino­tauro cretense a punto de com­erse a una víc­tima ate­niense en una cerámica del artista hún­garo Imre Schrammel
Teseo desem­barcó en Creta, mató al Mino­tauro y escapó del Laber­into, gra­cias a la ayuda de Ari­adna, hija de Minos. Cuando regresó a Ate­nas, su feli­ci­dad era tanta que olvidó un acuerdo al que había lle­gado con su padre antes de ini­ciar el viaje: si lograba vencer al mon­struo, regre­saría con velas blan­cas, pero si la nave llev­aba velas negras eso sig­nifi­caría que Teseo había muerto. Cuando Egeo, que se pasaba los días en la Acrópo­lis (el punto más alto de Ate­nas) esperando el regreso de su hijo, divisó en el hor­i­zonte las velas negras, pensó que Teseo había muerto y se arrojó al mar, que desde entonces recibió el nom­bre del rey sui­cida: Mar Egeo. Así se cumplió el oráculo.
El lec­tor sagaz tal vez habrá supuesto que la relación del barco de Teseo con el prob­lema de la iden­ti­dad se debe a lo del cam­bio de velas: ¿es el mismo barco con velas negras y con velas blan­cas? Si el lec­tor ha pen­sado eso, se ha equiv­o­cado, porque el asunto no tiene nada que ver con las velas. La ver­dadera relación entre la iden­ti­dad y el «barco de Teseo» se debe a que el barco en el que Teseo regresó a Ate­nas se dedicó desde entonces a via­jes de ida y vuelta a la isla de Delos:
«La nave de treinta remos en la que con los mance­bos navegó Teseo, y volvió a salvo, la con­ser­varon los Ate­nienses hasta la edad de Demetrio Falereo, qui­tando la madera gas­tada y poniendo y entrete­jiendo madera nueva; de man­era que esto dio mate­ria a los filó­so­fos para el argu­mento que lla­man aumen­ta­tivo, y que sirve para los dos extremos, tomando por ejem­plo esta nave, y probando unos que era la misma, y otros que no lo era».
En época histórica el barco todavía se hal­laba en Ate­nas, pero todo el mundo estaba de acuerdo en que no con­serv­aba ni un sólo frag­mento de aquel navío en el que Teseo regresó de Creta. Fue reparado y recom­puesto tan­tas veces que, como explica Robert Graves, «los filó­so­fos lo citan como un ejem­plo cuando dis­cuten el prob­lema de la iden­ti­dad con­tinua».
El prob­lema de la iden­ti­dad con­tinua es, por supuesto, el mismo que el de la iden­ti­dad cam­biante: qué es lo que hace que una cosa siga siendo la misma cosa a pesar de los cam­bios. Para muchos ate­nienses, aquel barco ya no era el de Teseo, porque no con­serv­aba ni un solo pedazo del orig­i­nal. Para otros, sí que lo era, porque su forma era la misma.
 
El río Hal­lis o Halys mar­caba la fron­tera entre los reinos de Per­sia y Lidia.
La primera ima­gen en la que se ve a Teseo y los cau­tivos dirigién­dose al barco con velas negras es de M. H. Squire y E. Mars para The Heroes or Greek Fairy Tales for my chil­dren, de Charles Kingsley.

COMENTARIO:  nuestro Centro Ceremonial de Chavìn de Huantar, fue tambièn un oràculo  para el mundo andino; gente de todas partes venìan cada año, para saber el futuro y conocer su destino, asì como el Rey Egeo; los sacerdotes que vivìan en el Centro Ceremonial; preparaban los rituales con antelaciòn;  en la galerìa de los laberintos se encontraban los cautivos, que eran utilizados para los sacrificios; (no teniamos un Minotauro, o ¿quizas si?);  el gran dia, luego de ingerir el sagrado Shunà (San Pedro),  el sacerdote principal, ingresaba a la galerìa del Lanzòn (nuestro Zeus andino, ¿Còmo se llamarìa? Lanzòn es un nombre muy vulgar) y con los poderes extrasensoriales que da la mescalina; recibìa el mensaje del Dios; despues bajaba a la plaza circular, para purifcar su cuerpo en las aguas del Wachecza y al tañido de los pututos, se dirigìa junto a otros sacerdotes a la gran plaza cuadrada, donde se congregaban miles y miles de personas venidas de diferentes lugares del antiguo Pèrù y escuchaban en silencio el designio de los Dioses.

Para esta navidad les recomiendo dos libros: Uno muy nuestro:  CHAVIN: LA EPOPEYA JAMAS CONTADA,  digo muy nuestro, porque es escrito por un paisano, de San Marcos: DON TEOFILO MAGUIÑA CUEVA y el otro  EL REY  DEBE MORIR,  de Renault Mary , lo encuentran en la casa del libro.com a 32 euros o su equivalente; provecho!!!!!.

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